martes, 18 de noviembre de 2014

UN POCO DE CAFE-ÍNA

Creo que las mejores historias son aquellas que más que vividas son contadas y soñadas, aquellas que nunca se enfrentarán a una estúpida primera cita, que probablemente acabe en desastre. No quiero generalizar, es cierto que existen mujeres que son una de las mejores versiones de Audrey Hepburn en desayuno con diamantes, o cualquier mujer que el día de mañana será exitosa, guapa, perfecta, buena esposa y ama de casa, un estupendo mueble de diseño que colocarás en el salón y no dará ni media guerra. Pero yo soy una versión un poco distinta de la historia. Por eso quería aclarar que puede que existan mujeres y hombres perfectos, eso sí, si los encuentran a mi no me llamen. Siguiendo con el toque de pesimismo que dicen por el ala norte que me caracteriza, contaré que las primeras citas nunca fueron buenas, igual que las segundas oportunidades, por eso yo soy mucho más de citas con amigos y luego ya, si eso, terceras citas a solas. Ahora viene la cuestión. Soy bastante bocazas, por lo que en una cita a solas y más aún si el susodicho-chaval-loquesea es tímido, vaya gracia bonita que no das una, me pondré a contar cosas estúpidas de las que me arrepentiré en el momento en el que decida largarme de ahí, antes de caerme en la tumba que me estoy cavando. Si el susodicho es del club de los chulitos, algo que no creo que me ocurra nunca porque no soy socia de ese sitio, me pondré más chula todavía y  el chaval-niñato-loquesea conseguirá sacar la peor parte de mi, con una retahíla de palabrotas y gilipolleces intentado hacerme la machota de los dos , y no hacía falta hablar porque sus tres litros de colonia y su medio kilo de gomina lo habían dejado claro incluso antes de que apareciera. Y por último, si el chico es normal y merece la pena, por favor llamadme, con este igual si me propongo tener una primera cita.